Por: Bojan Stojkovski
Besar es uno de los pocos gestos humanos naturales que conlleva un simbolismo significativo y expectativas sociales. Durante más de 4500 años, las normas culturales de las distintas civilizaciones han determinado cómo se puede expresar el afecto, dictando quién puede besar, dónde, cuándo, de qué manera e incluso con qué frecuencia.
Sin embargo, encontrar comportamientos en el reino animal que sean verdaderamente paralelos al beso humano, tanto en forma como en función, es un gran desafío. Si bien muchos animales se acurrucan, solo se sabe que nuestros parientes evolutivos más cercanos, los chimpancés y los bonobos, se besan.
Adriano R. Lameira, del Departamento de Psicología de la Universidad de Warwick, dirigió una revisión exhaustiva de las teorías actuales para investigar los orígenes evolutivos de este comportamiento íntimo, destacando el acicalamiento como un método clave para construir y mantener vínculos sociales dentro de los grandes grupos de simios.
Si los simios ancestrales practicaban el acicalamiento de esta manera, habría sido una parte central de la cultura humana primitiva. A medida que los humanos evolucionaron y el vello corporal se redujo, la necesidad de acicalamiento intensivo disminuyó, lo que llevó a sesiones de acicalamiento mucho más cortas. Si bien la necesidad de arrancarse el pelo disminuyó, el papel del acicalamiento para el vínculo social siguió siendo esencial.
Símbolo de los vínculos sociales
El estudio explica que el último paso en el acicalamiento de los simios incluye presionar los labios y aplicar una ligera succión para limpiar los desechos o parásitos, un comportamiento que persistió incluso cuando su propósito higiénico se desvaneció. Los investigadores han denominado a esto la «hipótesis del beso final del acicalador», ya que se asemeja a la forma, el contexto y la función del beso humano actual.
A través de comparaciones de comportamientos de acicalamiento tanto en primates como en sociedades humanas, la investigación sugiere que el beso actúa como un gesto simbólico para fortalecer los vínculos sociales y de parentesco. Si bien otros primates no simios también participan en actividades de vinculación, estas a menudo son distintas.
Por ejemplo, los monos capuchinos expresan afecto colocando sus dedos en los ojos y las fosas nasales de sus compañeros cercanos.
Para probar esta hipótesis, los investigadores sugieren que los estudios futuros se centren en observaciones detalladas de los comportamientos de acicalamiento en los grandes simios. Al examinar los patrones de acicalamiento en poblaciones con diferentes grosores de pelaje, estos estudios podrían arrojar más luz sobre la trayectoria evolutiva del beso, tal como se propone en la hipótesis del beso final del acicalador.
El beso está lejos de ser universal en todas las culturas
Un estudio de 2015 publicado en American Anthropologist descubrió que el beso romántico no está tan extendido como se suele suponer. Al examinar 168 culturas, los investigadores descubrieron que solo el 46 % practicaba besos románticos.
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