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Funerales de la Reina Isabel II acapararon la atención mundial

Familia Real durante el último adios a la Reina Isable II de Inglaterra/ Getty Images
El Principe George y la Princesa Charlotte fueron el fovo de todas las miradas durante los funerales de su bisabuela la Reina Isabel II de Inglaterra /foto-Getty Images

La ceremonia solemne que tuvo su inicio a primeras horas de este lunes había comenzado con el ingreso del féretro, llevado por un piquete de honor de la Guardia Real, a la Abadía de Westminster y luego hasta la nave central del interior de la abadía.

Durante la ceremonia, los  príncipes George y Charlotte, bisnietos de la monarca,  se unieron junto  con la reina Camila y las demás consortes -y caminaron detrás del rey Carlos III, sus hermanos y sus hijos.

Por su parte el reverendo David Hoyle, rector de la abadía, fue el encargado de presidir la liturgia, mientras que el sermón fue encomendado al arzobispo de Canterbury, Justin Welby, primado de la Iglesia de Inglaterra.

Hoyle abrió la liturgia tras el canto de un primer himno solemne y recordó, con su voz inicialmente quebrada por la emoción, y resaltó el valor simbólico de la Abadía de Westminster en la larga vida de Isabel II. Allí se unió en matrimonio con Felipe, en 1947, todavía como princesa heredera al trono y en 1953 fue coronada reina.

Por su parte, Welby afirmó en su sermón que Isabel II «dedicó su vida a servir a la nación y a la Commonwealth», como había prometido en la transmisión por radio realizada en ocasión de su cumpleaños número 21.

Welby también recordó el «Volveremos a encontrarnos» que la soberana envió en un mensaje a sus súbditos en medio del confinamiento por la pandemia del Covid-19, reiterándolo ahora en nombre de la fe en el más allá.

Antes de su sermón, la primera ministra británica, Liz Truss, había leído un pasaje del Evangelio de Juan sobre la promesa hecha por Jesucristo a sus discípulos de un lugar en el cielo.

La emoción dominó por completo la ceremonia, incluso entre los miembros de la familia real. Durante la lectura de un texto encomendado a la baronesa Patricia Scotland, alta diplomática británica y secretaria general de la Commonwealth, se vio al príncipe Eduardo, cuarto hijo de la reina, secándose las lágrimas con un pañuelo blanco.

Eduardo se sentó en la primera fila, frente al ataúd de su madre, junto al rey Carlos, su esposa Camila; la princesa Anna, -la segunda hija real- con su esposo, Tim Laurence y su esposa Sofía.

La bendición de la asamblea del reverendo Hoyle cerró el solemne rito religioso del funeral. A esto le siguió un toque de trompetas, luego dos minutos de silencio en memoria de la soberana, observados en la iglesia, en Londres y en todo el Reino Unido, y el canto del himno nacional británico, en la versión revisada y corregida de «God Save the King» (Dios salve al rey), en honor al nuevo monarca, Carlos III.

El sonido de una gaita, seguido de las notas del órgano de la histórica abadía, acompañó luego la salida en procesión de los celebrantes y concelebrantes.

Entre ellos, el arzobispo anglicano de Canterbury, Justin Welby, que había recitado antes del epílogo litúrgico una oración en sufragio del alma «de nuestra hermana Isabel», evocando su «esperanza segura en la resurrección», y el arzobispo católico de Westminster, el cardenal Vincent Nichols.

A continuación, el féretro fue recogido y llevado en los hombros por piquete de honor de la Guardia Real, seguido por el pasillo con paso cadencioso y solemne de Carlos II Iy los demás miembros de la realeza, dispuestos según el orden ceremonial.

El destino final del ataúd fue el Castillo de Windsor, en las afueras de la capital británica, lugar de la sepultura.

Durante la despedida a su última morada en el Castillo de Windsor los pequeños príncipes George  de 9 años y Charlotte de 7, se robaron las miradas de los asistentes al funeral y de los millones de espectadores que siguieron el cotejo funebre de Isabel II durante todo el trayecto, mientras el príncipe Louis, quien fue noticia en junio por sus travesuras del Jubileo de Platino, se quedó en casa debido a su corta edad.

El largo día culminó con la despedida en su última morada en la Bóveda Real de la Capilla de San Jorge, con todo los honores a la Reina más grande, quien durante sus 70 años en el trono de Inglaterra entrego toda su vida al servicio de su país y dejó un legado imborrable en todo el reino, de su fuerza moral, como hija, madre, abuela y soberana.

Fuentes Ansa – AFP-ROL 

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