Por: José Manuel Nieves
En 1594, el escritor británico John Heywood, conocido por sus poemas y obras de teatro, dejó en su libro ‘Proverbs’ la primera evidencia escrita de una ocurrencia que ha llegado hasta nuestros días: la Luna está hecha de queso, concretamente de queso suizo, a juzgar por la cantidad de ‘agujeros’ que tiene. La idea resultó muy atractiva y se extendió como la pólvora, primero por la corte inglesa y después por el resto del mundo. Incluso hoy en día no resulta difícil ver ilustraciones en las que la Luna se representa como un queso agujereado por todas partes.
Por supuesto, todos sabemos que nuestro satélite natural no está hecho de queso, pero la cuestión de los ‘agujeros’ es otro cantar, y los científicos llevan más de medio siglo debatiendo muy seriamente acerca de una cuestión que podría ser de vital importancia para los próximos asentamientos humanos: ¿Existe bajo la superficie lunar toda una red de conductos subterráneos, largas cuevas incluso de km de largo, que puedan servir de refugio a los futuros colonos?
El primer túnel de la Luna
Ahora, un equipo internacional de investigadores, dirigido por científicos de la universidad italiana de Trento, ha publicado en ‘Nature Astronomy’ un estudio en el que anuncia un descubrimiento lunar histórico: la demostración, por primera vez, de la existencia de un túnel en el subsuelo lunar. Uno que parece ser un antiguo tubo de lava, ya completamente vacío.
«Hace más de 50 años que se teoriza sobre estas cuevas -afirma Lorenzo Buzzone, autor principal del artículo- pero esta es la primera vez que se demuestra su existencia».
La historia para llegar a este hallazgo es larga, y comienza en 2010, cuando los instrumentos de la misión Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) captaron por primera vez un misterioso ‘pozo’ en el Mar de la Tranquilidad. ¿Hasta dónde llegaría ese agujero? Parecía el hundimiento de parte del techo de una estructura subterránea mucho mayor, un túnel creado quizá por un antiquísimo río de lava, pero no había forma de estar seguros. También podía ser que el agujero, simplemente, terminara unos pocos metros más abajo.
Nuevos análisis de datos
«Ahora, años más tarde, -explica Buzzone- hemos vuelto a analizar estos datos con complejas técnicas de procesamiento de señales desarrolladas por nosotros recientemente, y hemos descubierto reflejos de radar en la zona del pozo que se explican mejor por un conducto de cueva subterránea. Este hallazgo proporciona la primera evidencia directa de un tubo de lava accesible bajo la superficie de la Luna».
«Gracias al análisis de los datos -añade por su parte el coautor Leonardo Carrer- pudimos crear un modelo de una parte del conducto. La explicación más probable para nuestras observaciones es un tubo de lava vacío».
El descubrimiento, desde luego, además de una gran importancia científica, tiene implicaciones en el desarrollo de las próximas misiones a la Luna, donde el ambiente es tremendamente hostil para la vida humana, con temperaturas que oscilan entre los 127 grados en la cara iluminada por el Sol y -173 en la cara oculta. Por no hablar de la radiación solar y cósmica, que en la superficie lunar llega a ser hasta 150 veces más poderosa de la que recibimos en la Tierra. Y por si fuera poco, la ausencia de una atmósfera implica, también, una amenaza constante de impacto de pequeños meteoritos que en la Tierra se habrían convertido en polvo mucho antes de tocar el suelo.
Por eso, uno de los mayores desafíos que plantea nuestro regreso a la Luna es disponer de sitios seguros, ya sea construyendo auténticos bunkers en la superficie o, si fuera posible, aprovechando cuevas y tubos subterráneos como el recién descubierto por los investigadores. Vamos, los agujeros del queso, pero sin el queso…
ABC