Por: Alberto Santander B
Bogotá desde desde hace varias semanas está viviendo la peor oleada de violencia de su historia, motivada por una crisis que venía caminando y por los efectos derivados de la pandemia del coronavirus, que sumados al paro nacional para protestar en contra de un proyecto de reforma tributaria, que terminó por crear una explosión social, convirtiendo las calles de algunos barrios de la ciudad en un verdadero polvorín de destrucción que amenaza la tranquilidad ciudadana, mientras la dirigencia de la ciudad sigue improvisando y no encuentra una estrategia para frenar las tensiones y el vandalismo.
Es tal el clima de provocación que se vive en sectores de Suba, el Portal de las Américas, Usme y Soacha, que solo durante el día las protestas se llevan de forma pacifica, pero al caer la tarde y llegar la noche, vuelven las pedreas, las bombas incendiarias que se confunden con los gases lacrimógenos del SMAD y las sangre de ciudadanos y policías se riega sin contemplación, mientras el sistema de salud sigue colapsando y luchando sin descanso para salvar ciudadanos que buscan una UCI para sus familiares contagiados por el Covid-19.
El grado de violencia en la protesta ha llegado a limites lamentables donde los enfrentamientos han ocasionado innumerables perdidas y se han visto segadas varias vidas, sin que esto haya llevado a la disminución de los enfrentamientos y la tensión entre grupos de vándalos que aparecen esporádicamente en los lugares de la protesta, los miembros del grupo denominado, “La Primera Línea”, la Policía Nacional y los miembros del escuadrón antidisturbios SMAD.
No entendemos porque la alcaldesa no le ha puesto fin a esta revueltas y sigue permitiendo las aglomeraciones que son el peor foco de contagio. Los jóvenes se están prestando para atacar a la policía y incendiar todo a su paso y eso no lo habíamos visto nunca, dice Isabel Martinez, una enfermera internista, que ha tenido que trabajar jornadas sin descanso, atendiendo enfermos de Covid-19 y después salir para su casa a altas horas de la noche y atravesar por una zona donde las manifestaciones cada vez se han tornado más violentas.
En Bogotá existen tres ciudades, la que crece ordenadamente y cuenta con buenas vías y amplias zonas verdes donde vive la gente de mejores recursos, es decir “los ricos”; la otra que todos conocemos como Ciudad Bolivar y algunos barrios marginales donde habita más de la mitad de la población pobre que sigue siendo estigmatizada, pero donde el 99% es gente trabajadora, con sueños de salir adelante, y la ciudad de los políticos que viven a la caza de contratos y ahora se están moviendo para llegar a las elecciones del 2022 y sienten que la pandemia y la explosión social los está dejando sin campo de acción de cara a las campaña más difícil de los últimos tiempos en Colombia.
Daniel Velasquez, una persona mayor, que trabaja como vigilante en el norte de la ciudad, y vive en la localidad de Usme, dice, “ A mí me ha tocado doblarme en el turno por no poder llegar hasta la casa a descansar, aquí ya se perdió el civismo, da tristeza ver como quedan las calles todas destruidas llenas de piedras y ladrillos. A la gente le da miedo pasar cerca a esos lugares donde los jóvenes encapuchados se enfrentan con el SMAD”.
Por su parte David Campuzano, un mecánico de profesión que tiene que ver por cinco personas, señala, “Mi familia estuvo muy mal por que prácticamente el año pasado el trabajo se bajo tanto que llegó un momento en que no sabíamos que hacer para conseguir para el mercado, sin embargo gracias a Dios, pudimos pasar esos meses y ya hoy todo va mejorando”. “Yo acompañe las marchas los primeros días, porque es una realidad que hay muchas cosas que nos están afectando la vida y esto no puede continuar así, ya ninguna plata alcanza y hay mucha gente pobre que no tiene sino para un plato de comida, eso da tristeza y causa desesperación”.
Así como como Daniel, Isabel, David, miles de personas hoy se encuentran en la encrucijada de la inseguridad, la violencia y la falta de oportunidades que ha dejado las protestas y los efectos de la pandemia y claman porque cambie la situación para que la ciudad regrese a su normalidad, pues ya no resisten el grado de tensión provocado por los enfrentamientos y las largas jornadas caminando para llegar a sus hogares después de laborar todo el día. Todo esto ocasionado por la destrucción del transporte público y las estaciones de transmilenio, que hoy se han convertido en el calvario de los bogotanos más humildes que no tienen como transportarse.
Lo cierto de todo esto es que Bogotá tiene que salir ya de este circulo vicioso y arreglar sus problemas políticos, porque este río revuelto, donde algunos polítiqueros han arreciado en sus discursos, llamando a la desobediencia e incluso incitando desde las redes sociales con sus trinos cargados de odio y resentimiento para acrecentar la inconformidad y que la protesta se mantenga en las calles, mientras otros piden parar la violencia y los bloqueos que han ocasionado millonarias perdidas a la economía, destruido puestos de trabajo y creado alzas en los artículos de primera necesidad. No puede ser que la respuesta a las necesidades de los ciudadanos que protestan de manera pacifica y que les han violado sus derechos y los han puesto de moneda de cambio para llegar al poder sea la declaración del directivo de Fecode Nélson Alarcón, quien manifestó de manera cínica que había una intensión política y electoral en el paro nacional.
Para el sociólogo Nicolas Morales, la sociedad capitalina ha mostrado importantes avances en materia de educación y se ha tratado de enfrentar los retos de seguridad, y de la delincuencia, sin embargo la ciudad tiene serios problemas que no solo radican en el crecimiento desordenado. La crisis creada por la pandemia ha mostrado con crudeza la otra cara de la ciudad que permanecía tapada donde miles de familias pobres la están pasando muy mal, donde la delincuencia y la descomposición social convive con los negocios ilícitos, el microtráfico, el robo y el atraco callejero. De todo se ha visto en estas semanas y a la alcaldesa Claudia López, que en ultimas es la que tiene que sacar adelante la ciudad le espera un reto grande que es reconstruir junto con el Gobierno nacional en cabeza del Presidente Iván Duque, desde el Estado, todo el deterioro y la afectación ocasionada durante las protestas, reactivar la economía y las obras de infraestructura que son fundamentales para generar los empleos y la educación para los jóvenes y los miles de ciudadanos que perdieron sus trabajos y hoy claman por sus derechos a una mejor calidad de vida.